Pez de Roca

 Pez de Roca


                                    Él era marino y le gustaba la pesca. Su hijo se llama como él, Eduardo, y también le gusta la pesca. Con ellos hemos pasado muchos buenos momentos, bajo la higuera, allí en el barrio de San Román, en Cayón, junto a la casa, entonces en pie de los Prieto Pila, humilde aunque con algún vestigio de sillería noble en su portada, típicamente cántabra, con su balconada flanqueada por muros de piedra.



                                    Hoy a las 14:30 ha fallecido Eduardo Hevia Palazuelos, marino mercante, mi tío, a la edad de 97 años. Ha sucedido en Santander, de camino al hospital de Valdecilla, en la ambulancia que lo trasladaba desde la residencia donde había recaído y donde tan sólo llevaba 4 ó 5 días de interno.

                                    De ojos claros y mirada fija, sonrisa amable y algo socarrona, siempre cariñoso aunque algo distante, posiblemente ensimismado en sus recuerdos, en sus infinitos horizontes azules, en la sonrisa de Carmina, cuarenta años ya que había fallecido después de una leucemia sin posibilidad de cura, después de más de un año cuidándola. Allá se fue y después de esa terrible ola aguantó el temporal, como pudo, como solo pueden los marinos del Cantábrico.

                                        Su hijo, también Eduardo, como su padre y su abuelo, junto a su esposa Milagros - Milagritos- , así la llamaba, irán mañana al tanatorio, allí recogerán las cenizas y esperarán un día soleado para esparcirlas al mar compañero. La abuela Mauca, su hermana, tal vez supere el terror de dejarse caer en un precipicio de dolor y soledad. Tal vez quiera volver a ver su "Villa Mauca" en la avenida de los Infantes número 10, en el Alto de Miranda. Aún se podían ver hace unos años las letras en hierro oxidado que mandó fojar su padre. Ya no están, pero sí el edificio.


                                                Recuerdos que se van borrando. De sus otros dos hermanos, solo vive Paco, que tiene ya 90 años. José Luis murió hace más de veinte años, en un hospital donde no pudieron controlarle una hemorragia masiva, que descubrieron que estaba relacionada con un déficit en la coagulación de la sangre, una anomalía que los médicos clasificaban como déficit del factor VIII de von Willebrand. Nuestra madre, Mauca, nos alertó de esta enfermedad y de su posible carácter hereditario y todos nos hicimos las pruebas.

                                                    Jose Luis fue muchas cosas, yo no le conocí, o tal vez sí, pero entonces yo podía tener tres o cuatro años. Sé que le encantaba dibujar y que tenía muy buen humor. Yo le recuerdo en fotos de blanco y negro, guapo y joven, siempre sonriendo. Se separó de su mujer, o más bien ella le dejó, cansada de sus idas y venidas, de sus secretos y mentiras. No recuerdo su nombre. Tuvieron tres hijos y vivían en Barcelona, la misma ciudad donde Eduardo, Paco y Mauca se criaron, en el barrio de Gracia.

                                                    Paco y mi madre no se ven desde que murió mi abuela Adela, en 1983, más de cuarenta años. Yo le vi una vez en un restaurante de San Sebastián, creo que fue al principio de mi relación con Marta, allá por el verano de 1993. Ella y yo estábamos de viaje por San Sebastián, jóvenes, felices y sin un duro, uno de nuestros últimos días de viaje decidimos gastarnos todo lo que nos quedaba en una buena cena en un restaurante del barrio viejo de San Sebastián. Mira que hay restaurantes en Donosti, decidimos ese por que nos pareció agradable, no lo pensamos mucho y entramos. Estábamos cenando y miré a una de las mesas de mi derecha. No me lo podía creer, allí estaba sentado, mi tío Paco con su mujer, Lina y su hijo mayor, Paquito. 



    
                                                    Marta se dió cuenta en seguida de que me pasaba algo, debía tener yo la cara azul. Le dije lo que creía estar viendo. Estaba tan mal que me dije o voy o no estaré bien en toda la noche. Me acerqué yo solo y les saludé, me reconocieron enseguida y se emocionaron, quedamos en que después de cenar cada grupo en su mesa volveríamos a hablar. Así fue. Nos pusimos un poco al día, nos deseamos lo mejor, sabiendo que era difícil conseguir una reconciliación de hermanos. Nos invitaron a cenar.

                                                 Hoy me he acordado de ellos y, aunque no tengo su teléfono, sí que sigo en Facebook a mi primo Paquito (ya un hombretón de cincuentaymuchos). Les he avisado del fallecimiento de nuestro tío. Me ha respondido que había hablado con su madre, Lina, que estaban en Galicia, que están muy mayores y que no le querían decir nada a su padre. 

                                                    Mañana viernes dos de mis hermanos, Joaqui y Eduardo viajarán a Santander para acompañar a mi primo. No sé con cuanta gente se encontrarán en el tanatorio. Acabo de ver por internet una esquela publicada en el Diario Montañés. A la vieja usanza. Mi hermana MªElena y mi otra hermana MªCarmen y yo nos quedaremos junto a nuestra madre, acompañándola en su tristeza y en su miedo a dar rienda suelta al dolor.

                                                Adiós tío Eduardo, espero que estés disfrutando bajo la higuera un buen vino, un delicioso pez de roca braseado y mires a tu alrededor y encuentres la sonrisa dulce de Carmina.


Móstoles, Madrid. madrugada del 7 al 8 de septiembre de 2023


                                                     







Comentarios

  1. ¡Qué hermosos recuerdos! De pronto me asaltó un nombre "Villa Mauca", destino de decenas de cartas enviadas durante los largos veranos de nuestra infancia. Tú en Cantabria, Gonzalo en Galicia y yo en Albacete. Hay que proteger la memoria, nos dice de dónde venimos, quiénes somos. Gracias.

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